domingo, 6 de marzo de 2011

Presunto Culpable

Hoy vi Presunto Culpable. Ahí les va un reto: eviten soltar un “Hijo de putaaaaaaaaaaaaa :@!!” con cierta regularidad durante la película. Yo al menos no pude, y eso que me la doy de muy correcta con el lenguaje :P

Hablando de retos más serios, esta película me puso a pensar varias cosas, pero las más importantes son cuatro:

1) La injusticia existe en mundo. Y es culpa de todos. De los que mienten y engañan para joder al otro… y de los “buenos” que callamos aunque esté sucediendo en nuestras narices. Al ver Presunto Culpable pensé mucho en una película de Disney (no se rían!! :P) “Bichos”; donde nos cuentan la historia de miles y miles de hormiguitas que viven sometidas por un grupo de saltamontes hasta que una (juzgada de loca, por cierto :P) se atreve a señalar que ellos son más fuertes y que en el momento en que verdaderamente decidan ser libres, lo serán. Y gracias al juez de la historia por hacerme pensar en esta metáfora; si su cara y sus expresiones no me hubieran recordado sobremanera al saltamontes líder de “Bichos”, jamás habría hecho la conexión. Sobre ese respetable caballero no tengo nada más que agregar.

2) Preocuparse por lo malo que pasa en el mundo es bueno, ocuparse para arreglarlo es mucho mejor. Reconozco con toda humildad que yo no habría tenido los pantalones para hacer lo que los creadores de este documental hicieron. Pero sí tengo valor para cosas más pequeñas. Sí tengo valor para tratar de evitar juzgar culpable a alguien en mi vida diaria sin tener mayores pruebas. Sí tengo valor para tratar de ser justa con los que me rodean. Y creo que todos lo tenemos. Aquí la pregunta más relevante sería: “¿Nos da la gana utilizarlo?”

3) “Una buena acción es una lección insolente para los que no tienen el valor de ejecutarla…”. Habrá quienes digan al ver este documental: “y qué?? Acaso cambia algo ver esta película? Es algo que ya sabemos!” Sí, algo que pasa con penosa frecuencia. No deploro totalmente al sistema de justicia, estoy segura que en algún lugar debe haber personas que se preocupan verdaderamente por hacer bien su trabajo. ¿Pero cuántos son? ¿Menos o más? Por no saber, porqué no aumentamos ese número?? Yo no soy jueza ni abogada ni lo pienso ser nunca :P pero sí planeo ser muy buena en lo que hago y no dejarme llevar por el “ahí se vaaaaa”. Y quizá de esa manera sirva de ejemplo para que alguien, aunque sea por vergüenza, trate de hacer mejor las cosas.

4) Rafael Heredia rulesssssssss!! Dios, esa es la )$)%)$ actitud!! Me he enamorado de ese canijo abogado defensor :P (seeh, seeh… esto es algo frívolo :P pero bueno, después de tanta seriedad no viene mal :D)

miércoles, 2 de marzo de 2011

La sabiduría de un niño

Espero a que me atiendan en DHL. La fila es eterna (están entregando visas) y no avanza (el sistema está caído). Los dependientes batallan para contener a las personas que se están poniendo cada vez más malhumoradas. Me estoy empezando a enojar también… y de repente noto a la niña que está junto a su madre justo atrás de mí.

La veo recorrer el lugar señalando emocionada a su madre cada cosa.

“Mira mami, miraaaaa!! Se lleva todos los paquetes y los desaparece por esa ventanita!! A dónde van??”

“A otros países” (responde la mamá con un humor de perros).

Obviamente la niña parece fascinada ante la perspectiva. Se maravilla de la pluma que está sobre el mostrador y que tiene un complejo resorte que la devuelve a su lugar sin importar con cuanta brusquedad la deje caer el cliente (y eso ocurre muy a menudo).

Señala sin cansarse ese y mil detalles, como el avión de papel sobre nuestras cabezas que se mueve con las ráfagas de viento que los clientes hacemos cada vez que intentamos ventilarnos en este aire cada vez más viciado…

Señala tantas cosas que me doy cuenta de algo muy sencillo: tengo una hora parada aquí, pensando que estoy perdiendo 60 minutos de mi día en una fila interminable… pero una niña que tiene un sexto de mis años ha encontrado un uso mejor para ese tiempo: se está divirtiendo. Divirtiéndose en lugar de preocuparse ante el hecho de que la fila no tenga para cuándo terminarse.


Le doy un ligero golpecito al avión de papel sobre mi cabeza y la niña me sonríe cuando nota que ha empezado a girar en todas direcciones.

Dios, qué fácil es hacer feliz a un niño!! ¿Cómo es que creemos entonces que nosotros los adultos somos los sensatos?

jueves, 24 de febrero de 2011

Encuestas de opinión

Me llaman por teléfono. Es un muchacho del DF que se encarga de realizar encuestas de opinión. Me pregunta si tengo unos minutos para contestarle unas preguntas sobre mi percepción económica del país, que será muy sencillo, que únicamente tendría que contestarle “Sí” o “No”.

Hombre, por supuesto. Me acomodo mejor y lo escucho de buena gana… al principio.

Sus preguntas empiezan a molestarme casi instantáneamente:

“¿Está usted de acuerdo con el político X en que el gobierno debe adoptar medidas para mejorar el nivel de vida de la población?” Sí o No? “Vaya, pues sí, obviamente sí”.

“Está usted de acuerdo con el político X en que se adopten medidas para evitar la evasión fiscal?” Pffff, Sí. Por supuesto ¬¬

“Está usted de acuerdo con el político X en que…”

Y ahí le interrumpí.

Oye, te he contestado varias preguntas, ahora tú contéstame algo a mí: ¿Esta encuesta es para darle publicidad al político X??”

Me lo negó ofendido. Y como si yo fuera una alumna de preescolar especialmente cabeza dura, me deletreó que ya anteriormente me había explicado que la encuesta tenía como objetivo pura y exclusivamente el conocer opiniones sobre la situación económica del país.

“Pues no me parece que me estés preguntando mi opinión” –le repliqué, incapaz de contenerme- quiero decir, oye tus preguntas. Prácticamente me estás diciendo: “esta es la respuesta, dígala”.

Y según él no, yo era perfectamente libre para decir “No” ¬¬

Me mordí el coraje y por pura educación le dejé que continuara.

“Está usted de acuerdo con el político X en que…”

Sabes qué, basta –le espeté secamente- he decidido ejercer mi derecho a verdaderamente dar mi opinión. Y opino que tu encuesta no sirve. Ya no deseo seguir contestando tus preguntas. Que tengas un buen día…

Esta experiencia me despertó muchos sentimientos encontrados. Por un lado… wow, que bien se siente mandar a alguien al diablo cuando se tiene un buen motivo!! Tal vez las convenciones sociales digan que mi deber era escuchar hasta el final, por más absurda que me pareciera la “encuesta”, y que al final no importaba… pero va a resultar que no me dio la gana e hice justamente eso que me placía. Y estoy consciente que es muy fácil para ellos encontrar a otra persona que de buena gana les suelte los “Sí” que necesitan. Pero vaya ser que no me dio la gana que fueran los míos. Y se sintió fenomenal.

Por otro lado, me puse a pensar en lo triste de estas encuestas. No generalizo, ni digo que todas sean de esta forma, pero si mañana o pasado nos muestran por televisión nacional “los resultados oficiales” de la encuesta “de opinión”… pues entonces no se extrañe usted que nos digan algo así como:

“El 98% de los mexicanos está de acuerdo con el político X, en materia de economía…”

Pffff!! Juay de Rito??? Juay???

domingo, 16 de enero de 2011

Cat's history

De repente me da por releer historias viejas y artículos confusos que suelo escribir en hojas sueltas. Hay días en los que me parece divertido leer lo que escribí en un momento de coraje, tristeza o alegría extrema sobre un suceso que hoy por hoy me despierta sentimientos muy distintos.

Y usualmente, después de esas lecturas, me da por escribir alguna reflexión :P el día de hoy, por perezoso que pudiera sonar, sólo me ha dado por compartirles la narración (más o menos) fiel de una cosa curiosa que me sucedió hace unas semanas. Y de antemano les pido una disculpa por no tomarme la molestia de impersonalizarlo... pero creo que en algunas ocasiones es mejor así...


"Dicen que todo en esta vida pasa por algo. Y confieso que hay días en los que lo dudo con toda mi alma… pero también tengo que aceptar que la mayoría de las veces estoy totalmente de acuerdo.

Ayer le hablé por teléfono a... (nombre omitido para proteger la identidad de la persona :P) y supongo que precisamente por estar concentrada en esa llamada tenía la vista fija al frente. Fue así como noté que había un gato asomado a la puerta, un gato con un collar que miraba con insistencia hacia adentro. Me levanté con el celular todavía pegado a la oreja y abrí la puerta. El gato retrocedió unos metros dispuesto a irse… y no sé qué me hizo tratar de evitarlo y llamarlo. Increíblemente el gato me hizo caso y se acercó. Me dejó tomarle el pelaje (increíblemente suave, por cierto) e incluso me aceptó la invitación y pasó por delante de mí cuando lo llamé para que pasara.

Colgué a... la persona... y me dediqué a leer su collar. Ahí estaba escrito su nombre, “Toby”, y un número. Al principio creí que era una especie de clave o algo por el estilo, después San Google me ayudó a entender que se trataba de un número telefónico de Arizona. Como no soy ninguna entrometida, llamé. Después de varios timbrazos me contestó la voz de un hombre, que percibí cansado y de cierta edad. Le informé con mi pésimo acento que le llamaba porque tenía a su gato. Tardó unos segundos en comprenderme y luego soltó un “Oh, my GOD!! Do you have my caaaat?” Le contesté que sí, le describí a Toby y se quedó sorprendido. Me contó que lo había perdido hacía mucho tiempo, que él estaba ahora en Arizona (obviamente! :P) y preguntó esperanzado si yo iba a esa ciudad muy seguido. No, desgraciadamente no. Entonces me dijo que el gato tenía mucho tiempo lejos de él. Y luego con insistencia me preguntó si Toby estaba bien cuidado. Le dije que sí. Y era verdad, tenía el mejor aspecto que jamás había observado en un gato. Él de repente me preguntó si no querría quedarme con él. Con voz nostálgica me explicó que era un gatito de lo más amoroso. Yo estuve de acuerdo, me había dado cuenta en apenas unos minutos. Cuando le pregunté si él no podía regresar por Toby, me contó que no, que estaba muy enfermo… de cáncer y que ya no podía viajar. Se me hizo un nudo en la garganta y por un instante mis sentimientos traicionaron al tono de mi voz. Supongo que notó mis ganas de llorar. Le dije que le prometía que el gato iba a estar bien, y que le deseaba mucha suerte. Me agradeció la llamada de una forma sumamente amable.

Cuando colgué las lágrimas me corrieron incontrolables por las mejillas. Me senté en el suelo y me puse a acariciar al gato, quien me miraba directo al rostro con sus grandes ojos amarillos, como si quisiera preguntar qué ocurría. No sabía, pero no podía controlarlas. En ese momento me sentí la persona más inútil del mundo por no tener un maldito pasaporte que me permitiera tomar ruta hacia Arizona y devolverle un gato tan dulce a ese pobre hombre. Así estuve un buen rato sin saber a ciencia cierta qué hacer. Pero luego me acordé que le había prometido a este hombre que Toby iba a estar bien, así que me levanté. Todavía no sabía qué hacer con él, pero imaginé que ya se me ocurriría algo. Me propuse llevarlo a mi casa.

El caso es que Toby se resistió mucho cuando lo cargué para subirlo al carro. Incluso en ese momento, cuando por fin conseguí cerrar la puerta, maullaba incontrolablemente. Lo dejé encerrado en lo que regresaba a la oficina por mi bolsa y lo vi moverse inquieto entre los asientos, sin dejar de maullar. Cuando abrí la puerta de nuevo para subirme, se bajó de un ágil salto y echó a correr. Lo seguí como pude, pero él fue más rápido y fue a refugiarse tras la cerca del colegio que hay frente a la oficina.

Yo lo llamé un buen rato pero Toby no estaba por la labor de atender. Empecé a desesperarme y a ponderar los riesgos, y también a pensar en las excusas que podría ofrecer a la policía cuando me encontraran invadiendo propiedad privada en medio de la noche… ¿me creerían si les dijera que no quería robar nada, sino recuperar a un gato desconocido
para buscarle un hogar? No, la verdad no. Seguí llamándole y de repente se acercó lo suficiente para que pudiera acariciarlo a través de la cerca. Metí las manos como pude y lo jalé del collar mientras él pegaba las uñas al piso, poco dispuesto a dejarme moverlo un centímetro. Lo intenté varias veces, pero a la tercera que lo jalé de una manera poco delicada se retiró de un salto y me dio la espalda con una mirada resentida. Cuando se echó en medio del patio dándome la espalda supe que ya no volvería a acercarse. Me subí derrotaba a mi carro.

Durante el trayecto de vuelta a mi casa lloré inconsolablemente. Ahora que puedo verlo con un poco más de claridad me doy cuenta que en ese momento no lloraba por el gato en sí, sino por lo que representaba. Un hombre está enfermo, tiene una mascota perdida, yo la encuentro. Lo lógico sería que estuviera en mi poder llevárselo… pero por cuestiones burocráticas, por no poseer un estúpido papel para poder cruzar una estúpida cerca, por limitantes de tiempo, por compromisos de trabajo, por pereza, por lo que sea… nunca se lo iba a regresar. Y el hombre lo había entendido y aceptado antes que yo, se había despedido de él, había aceptado lo inevitable y en lugar de amargarse se había conformado con que su gato estuviera salvo y feliz.

¿Es que así funciona el mundo? ¿Uno tiene que resignarse a que las cosas son como son? Y yo, que soy tan idealista… hasta yo me rendí. Tuve que rendirme y aceptar que así eran las circunstancias.
Esa derrota fue muy dolorosa.

Tardé, pero luego entendí que la vida nos ofrece lo que hay y uno debe verle el lado positivo. Ese hombre aceptó un mal diagnóstico, y también la imposibilidad de volver a ver a su mascota… y se dio su tiempo para reír en el teléfono. Para estar agradecido y para ser sumamente amable conmigo.

Creo que Dios me mandó esta lección de esta forma para que nunca la olvidara. Para que supiera cómo se siente “tener la posibilidad” de hacer algo, y aún así aceptar que a veces las cosas son como son. Que a eso no siempre se le llama “derrota”, sino “madurez”...

Ahora, por ejemplo, comprendo que mi primer impulso de llevarme al gato había sido un error. Investigué y resultó que ya tenía nuevos dueños; habría sido una crueldad mayor separarlo nuevamente de los niños que ahora son sus amos… pero no lo vi antes. Creo que el gato fue más sabio que yo"


Sí, se que probablemente sea un relato absurdo. Una cosa trivial de la que hice una tormenta. Pero muchas veces pienso: si uno no aprende y se hace el filósofo con los detalles, ¿entonces con qué?