lunes, 2 de agosto de 2010

Publicidad engañosa

¿Quién no sintió alguna vez que le dieron “gato por liebre"? ¿Que compraron un producto después de que el vendedor les hablara maravillas de él, y nada más llegar a su casa se empezó a desarmar? ¿Quién no hizo el coraje de su vida porque trató de devolver un artículo defectuoso que parecía excelente… y se topó con un letrerito de “No hay devoluciones?" Y todavía peor, cuando trató de hablar con el vendedor, hasta terminó escuchando un “Ya lo compraste, ya te fregaste”.


A mí me ha pasado, y no es agradable. Más que perder mi dinero, siempre me molesta la sensación de que me estafaron, que se burlaron de mí… que el vendedor sabía perfectamente lo que me estaba vendiendo y lo disfrazó astutamente para que yo no me diera cuenta hasta que fuera tarde.

Estoy segura que todos sabemos lo que es eso, y que el coraje contra el vendedor nos dura un buen rato… que en nuestras manifestaciones de molestia solemos acordarnos de la madre, padre, abuelos y antepasados del sinvergüenza en cuestión. Y también sé que muchos de nosotros juramos por todo lo que nos es sagrado que jamás, JAMÁS, vamos a volver a poner un pie en esa tienda.


... Pero generalmente no pasa de ahí. Nos vamos a otra tienda, compramos un producto que sí funcione… y ya, problema solucionado. Aparte del coraje y el dinero perdido, no hay otra cosa que lamentar.

Pero...



¿Qué pasa cuando esta mala experiencia nos ocurre con cosas más “serias”? ¿Con cosas que no tan fácilmente podemos tirar a la basura y reemplazar por otras? ¿Qué pasa cuando sufrimos esta situación… con personas?

Estoy segura que todos lo hemos visto pasar también. Un par de personas que en un inicio se llevaban maravillosamente bien, un buen día ya no se soportan. La conclusión a la que se suelen llegar ambos es que el otro “cambió”. Y ahí es cuando escuchamos las frases típicas: “De veras que has cambiado… ¡ya no te reconozco”, “si tú no eras así”, “pero mira nada más cómo se te ha puesto el carácter” “de haber sabido en lo que te ibas a convertir, ni loco te habría aceptado."

Yo pienso que no es que la gente cambie, sino que deja de lado la “Publicidad engañosa”.

Cuando recién conocemos a alguien tratamos de agradarle, mostramos nuestro mejor ángulo, omitimos lo negativo y tratamos, en general, de reprimir todas las malas reacciones...


... Estamos vendiendo, pues!! Tal como un vendedor en cualquier tienda, nosotros nos esforzamos mucho en lograr que la otra persona nos "compre"... y cuando alcanzamos nuestro cometido, alguna parte de nuestro cerebro nos dice: “listo, misión cumplida” y entonces… pues ya de pronto no vemos tan necesario seguir haciendo campaña publicitaria. Ya no nos esforzamos por ocultar aquellos defectos por miedo a que la otra persona salga corriendo… nos sentimos seguros porque ya compró... y ya no hay devolución.


Parece broma, pero no lo es. Y si me preguntan a mí, esta estrategia es PÉSIMA, porque al actuar así estamos engañando DELIBERADAMENTE a una persona. Si le mostramos sólo nuestra cara agradable, le estamos impidiendo que elija teniendo a la mano toda la información.

Pregúntense: si ustedes fueran a una tienda y les dijeran "te vendo este producto. Sí, es muy bonito y tiene muchas ventajas... pero te advierto que también corres el riesgo de batallar mucho con él porque es sumamente volátil. Y en condiciones adversas suele descontrolarse terriblemente. También te advierto que necesitarás comprarle muchos accesorios para que siga funcionando bien..." bueno, probablemente pensarían "este vendedor no quiere vender"... pero también es cierto que, si decidieran de todas maneras comprar el producto, cuando empiece a tener esas "fallas" que les anticipó, no se sentirían estafados porque desde el principio sabían lo que estaban comprando.


Y ese precisamente es mi punto.

Todos tenemos defectos. TODOS. La mayoría nos esforzamos en trabajar en ellos y minimizarlos... pero la verdad es que hay algunos que, bajo ciertas circunstancias, siempre saldrán a la luz sin que podamos evitarlos porque de alguna manera son parte de nuestra esencia. Yo, por ejemplo, siempre he sido caprichosa. Me gusta salirme con la mía. Unas veces no lo logro, lo acepto, pero siempre intento utilizando desde los métodos más sutiles hasta los más elaborados. Y es parte de mi naturaleza. Tal vez intento refrenarme, pero sale a relucir en pequeños detalles cotidianos que, sin ser pesimista, creo que nunca podría ser capaz de eliminar del todo.

¿Qué pasaría entonces si yo, deliberadamente, me esforzara por ocultar este defecto ante alguien que acabo de conocer? Muy posiblemente tendría éxito. Pero a la larga, con la convivencia y el trato diario, la persona se daría cuenta que soy caprichosa. Y si esta persona en cuestión ABORRECE este defecto... pues ya tendríamos un problema, porque yo le impedí que lo supiera desde un principio. Y tal vez, de haber tenido ese conocimiento, hubiese preferido mantener una buena distancia.

No digo que un solo defecto nos convierta en personas despreciables. Pero sí creo que todos tenemos ciertos estándares a la hora de decidir con quién relacionarnos. Repito, no se trata de que unas personas sean mejores que otras, sencillamente se trata de elecciones personales porque al fin y al cabo, todos los humanos somos diferentes. Es como los gustos en comidas: yo detesto el aguacate cuando muchas personas lo aman. A mí me fascinan las guayabas y mi papá no las puede ver ni en pintura. ¿Y significa eso que el aguacate sea malo o que las guayabas lo sean? No, sencillamente significa que mi padre y yo tenemos gustos diferentes.

De la misma manera, un "defecto" como la terquedad puede ser "soportable" para mí, pero inaguantable para alguien más. ¿De qué depende? De la forma de ser de cada persona.

Precisamente por esa variedad de pensamiento, es que creo que debemos ser honestos desde un principio. Lo más correcto es mostrarnos tal y como somos desde el comienzo, aún a riesgo de "caer mal", para que la persona que tenemos delante sepa a qué atenerse con nosotros.


Por supuesto, no digo con esto que nos lancemos a ser odiosos y olvidemos las más elementales reglas de civilidad... pero sí que no tratemos de fingir que somos "sensibles" si las cosas románticas nos importan un pimiento, por ejemplo. Se trata de ser sinceros y mostrar exactamente “lo que hay” desde un principio.


Siempre es más cómodo echarle la culpa al otro… pero yo opino que no se trata de escudarnos en el "debiste darte cuenta cómo era yo, no creí que estuviese ciego(a)"... se trata de hacernos justicia y verdaderamente "promocionar" lo que somos. Ser AUTÉNTICOS. Expresar con libertad lo que nos gusta y lo que no nos gusta, los mil detalles que nos conforman como persona... y dejar que los demás decidan si nos quieren en sus vidas.


Así, cuando atravesemos por esas circunstancias difíciles en las que se caen las máscaras y nos mostramos tal y como somos en realidad, no va a haber sorpresas. No va a haber reclamos del tipo "¿de dónde rayos te salió ese carácter tan malo?", "¿cómo que no toleras estas películas si a ti te encantaban?".


Vamos dejando de lado la "Publicidad engañosa"; es sano para nosotros (no viviremos "con el Jesús en la boca" temiendo que descubran la verdad), y es mejor para nuestros "clientes", que no se van a sentir timados (y furiosos) después :P